26 de enero de 2009

¿Quedamos o no?

M.M. contactó conmigo a través del portal ya referido, diciéndome que llevaba muy poco tiempo en España y apenas conocía a nadie. Es española, pero ha pasado casi toda la vida en un país de América del Sur, a orillas del Caribe, separada, hijos, treinta y dos años, y muy guapa. Carácter muy fuerte, pero con esa dulzura típica de las mujeres de por aquellas latitudes; me dice sin cortarse que se fijó en mí por la sonrisa que luzco en la foto del perfil. Enseguida empezamos a chatear, y es ella la que conecta la cámara sin previo aviso, mostrando un agradabilísimo rostro y risas francas.

El día antes de vernos charlamos unas dos horas por teléfono, descubrimos muchas cosas en común y la buena sintonía era evidente. Estamos a 30 de diciembre. Tomamos un café y luego dimos un paseo por el centro de la ciudad; demostrando mis dotes de cicerone, la ilustré lo mejor que supe sobre las costumbres típicas, ya que se preparaba una de las fiestas más importantes de la ciudad cuyos orígenes se remontan al siglo XIII. La beso cuando se gira hacia mí después de explicarle el proceso de rehabilitación de un edificio, y me corresponde con maestría.

La acompaño caminando hasta su casa, y quedamos en llamarnos para cenar el sábado siguiente. Y a partir de ahí surgió el primer desencuentro de la recién estrenada relación. La llamé un par de veces para concretar la cita, y en ambas me cortó enseguida porque estaba ocupada. Siguió un sms para que lo pudiese leer tranquilamente y me respondiese cuando pudiera, y recibo un email diciéndome que no le gustaba que la controlasen. Pero si sólo quería confirmar la cita que teníamos... Así se lo hago saber, y pasan un par de semanas hasta que un día me llama por teléfono. Pero para entonces ya había conocido a P.

25 de enero de 2009

Lección de humidad

Me siento un gusano. Yo no sabía nada,  pero eso no justifica que, en contra de lo que pregono constantemente, me haya precipitado haciendo juicios de valor.

N. me acaba de contestar a uno de los mensajes que le dejé. La han operado, ha estado ingresada una temporada, y ahora se está recuperando en casa de una amiga. Yo tendría que someterme a otro tipo de intervención, una prejuicitistectomía, o algo así.

22 de enero de 2009

A ¿rematar?

A todo esto, estamos a mediados de diciembre, que creo que no me había ubicado temporalmente todavía. 

N. y yo seguimos chateando de vez en cuando, sin hacer referencia explícita a nada que tuviese que ser terminado ni concretado ni culminado, pero con ese algo en el ambiente que indica que la cosa va bien. Volvemos a quedar, con un plan similar al anterior, tapas y bar con música en vivo. La recojo, un piquito, y lo pasamos estupendamente entre risas, música, copas y algún que otro beso. Pienso que esta vez sí, como pensaría cualquier hijo de vecino, ¿no? Que creo yo que sería retorcido pensar que esa noche también dormiría solo, ¿verdad? Vale. 

Van a cerrar el bar y nos vamos. Mientras vamos hacia su casa -fijaos que no digo "la llevo a su casa", que sería lo raro- mi fantasía vuela de tal forma que no consigo concentrarme en el camino de vuelta, y me paso de salida.  Qué fiestorro me espera. Llegamos a su casa, y esta vez se queda en el portal en actitud de despedida. Tranquilo, no pasa nada, pienso, mientras me sale un chorro de testosterona por una oreja. El próximo día, intento convencerme. Y cuando la voy a besar para despedirme, va y me suelta: "Somos amigos, no te confundas". ¿Cómo? Perdona, bonita, la que me confunde eres tú. No se lo digo, claro. Le contesto que "ya lo sé, naturalmente que sí". Mis estrógenos inician una revuelta, pero los controlo mandándoles a los antidisturbios, que ya estaban en la glándula prestos para la acción. Situación controlada. Ciao, bombón, te llamo. Ok, sielo, cuando quieras.

Ni me ha vuelto a contestar un sms, ni una llamada, ni en el msn. Eso sí, me mandó un mensaje felicitándome el año nuevo. Sólo le faltó decirme: "también me acuerdo de los pardillos". Pero para entonces ya había conocido a M.M.

20 de enero de 2009

Empiezan los contactos virtuales

Conozco a N. a través del portal de internet. Me atrae mucho por ser negra, y es que no oculto mi debilidad por las mujeres morenas, morenitas, muy morenas, oscuras… me pierden. No en vano mi segunda mujer es mulata, brasileña, como N. Me aprovecho de mis aptitudes lingüísticas con el portugués para intentar camelarla, y enseguida intercambiamos msn’s. Durante la primera charla me da su teléfono y quedamos par salir.

Cuarenta y dos años en un cuerpo de veinte, alegre, con carrera universitaria. Parece que conectamos bastante bien. La llevo de tapas y luego a un bar con música en vivo, donde le robo un beso. No sólo me corresponde, sino que me mete la lengua hasta donde le da de sí, y mis hormonas se montan una fiesta de órdago porque ya hace varios meses que no me como un rosco.

La acompaño a su casa y bajo del coche para lo que suponía que iba a ser una despedida en el portal, pero sube las escaleras sin decir ni media y entra en su casa, y yo detrás, claro. Se repantinga en el sofá, se quita las botas, y hago lo que se supone que seguiría en un guión con un mínimo de sentido: atacar. Muy bien, se deja hacer, yo cauteloso, pasito a pasito, sin ir más allá de besarla y acariciarla por encima de la ropa, esperando señales, como un campeón, hasta que en una pausa me dice que ya me puedo ir a mi casa. Por mí perfecto, pienso que ha sido un buen comienzo y que ya terminaremos lo empezado otro día, y tiro para mi casa con un calentón del quince, pero feliz como una perdiz.

19 de enero de 2009

Primer patinazo

Llamé a V. unas semanas después de volver de donde estaba viviendo, en América, tras separarme. Habíamos tenido un affaire hacía una temporada, una aventura extramarital que no fue más allá de eso. Yo iba a estar de Rodríguez durante más de dos meses y pasando una crisis bastante importante con mi pareja, y sabía que era una apuesta segura llamarla para quedar; de hecho fue ella quien me pidió el teléfono en su día. 

No había vuelto a saber nada de ella, pero la recordé muchas veces después. Si no hubiese estado comprometido, creo que habríamos tenido futuro. Me gusta mucho. Vive sola, nunca se ha casado ni tiene hijos. Treinta y ocho años, alta, delgada, rubia, ojos azules, y una sonrisa angelical. Quedamos para tomar café, y me dijo que en esta ocasión no tenía claro si iba a ser tan receptiva como en nuestro primer encuentro. Fui todo lo cauteloso que pude, y sólo le di un piquito cuando nos despedimos.


Fuimos al cine una segunda vez, y le dejé claras mis intenciones, que no veía en ella en un pasatiempo, que me gustaba de verdad, y que me gustaría que me diese una oportunidad. Me dijo que si hubiese sido en sus circunstancias personales de la etapa en que estuvimos juntos, estaría dispuesta, pero que ha pasado el tiempo y las cosas han cambiado. Paciencia. Le dije que no me iba a rendir, dejaré transcurrir un tiempo y volveré a la carga si no encuentro nada mejor, cosa difícil. Me gusta mucho. Mantenemos el contacto de vez en cuando por email o sms.

¿He dicho que me gusta mucho?

12 de enero de 2009

Mi nueva vida

Llevo unos meses separado, por segunda vez, y ahora, por primera vez en mi vida soy libre a los treinta y nueve. No tengo ataduras de ningún tipo, y aún lo estoy asimilando.

Abro este blog para contar mis experiencias con las mujeres desde ahora. Vaya por delante que nunca me he considerado un golfo ni un vividor ni nada por el estilo. Pero tengo claro que ahora voy a vivir la vida. Y que me chiflan las mujeres. Hay a quien le da por hacer sudokus.

Estoy abierto al amor, no cierro ninguna puerta, no me da miedo el compromiso, pero hasta que encuentre la candidata ideal, picotearé aquí y allá lo que pueda. No en plan desesperado, no es mi estilo, pero mientras encuentre de nuevo la estabilidad no pienso aburrirme.

Me di de alta en un conocido portal de contactos para ampliar horizontes. Al principio te da la impresión de formar parte de un catálogo. Mercancía a la venta. Todos intentamos vendernos lo mejor posible para entrar por los ojos a los posibles “clientes”. Dicen las mujeres que he conocido que la gran mayoría de los que están inscritos van a lo que van; yo no digo ni una mentira en mi perfil, y sé que por ello voy a perder oportunidades porque dejo claro que no quiero hijos. Ya tengo dos, de dos mujeres, y me he plantado, ya no tengo, ni mantengo más. No busco un entretenimiento, sino la estabilidad, y para eso mejor las cosas claras desde un principio.

Empezamos la retrospectiva de mi nueva etapa de recién separado hasta ponerme al día.