22 de febrero de 2009

La excepción que confirmó la regla

Contacté con C. por las mismas fechas más o menos que con P., pero tardé más en quedar con ella, por eso de las visitas de su ex al niño y tal. Lo típico, buen rollito, risas, msn, y teléfono. El plan, mi preferido, ya sabéis, tapas y musiquita en vivo, no le desagradó en absoluto, que para algo es una gran entendida en música y amante de ir a conciertos; de hecho ha viajado bastante para ver a sus grupos favoritos. Treinta y cuatro años, muy divertida, con curvas generosas pero bien proporcionada, y una delantera de infarto.

Todo empezó estando de pie en la barra escuchando blues del bueno en el garito de turno. Ya habían caído varias cervezas y estábamos muy relajados, y mientras discutíamos sobre a quién le tocaba pagar la última ronda se me tiró encima sin que me lo esperase. Quizá sea la mujer que mejor me ha besado hasta ahora. Qué repertorio, oiga, para hacer un catálogo. Ella me dijo que yo besaba muy bien, lo cual, viniendo de ella, fue todo un halago.

Cuando acabó el concierto y nos íbamos, me dejó claro que no iba a pasar nada más, que nunca se había ido con un tío la primera noche, y lo acepté sin decir ni una palabra más. Le dije que de todas formas quería asegurarme que llegaba bien a su casa -bastante retirada-, y que la seguiría con mi coche. Y era verdad, no pretendía nada más, pero sabía que no estaba acostumbrada a beber, e insistí en dejarla en casa sana y salva.

Hasta allí fuimos y salió del coche disparada hacia el portal sin ni siquiera mirarme mientras decía: "Un momento, que voy al baño, que no me aguanto". Me quedé esperando con un frío que hacía del carajo, y empecé a notar que también me lo haría encima si no descargaba enseguida, así que en cuanto la vi aparecer le pedí que me dejase usar su cuarto de baño. Me alivié, y ya me iba a despedir de ella. Pero la despedida se prolongaba más y más. Y una cosa empezó a llevar a la otra, mientras ella decía "Joder, que de verdad que nunca me voy con un tío la primera noche", y yo: "Tranquila, nena, sé que soy irresistible, y no te culpo por ello". Con esto se relajó bastante y nos fuimos a la habitación, donde descubrí la más activa, fogosa, lujuriosa, exigente y escandalosa -qué gritos- de las amantes que he tenido. Que no es que haya tenido muchas, ni pocas, pero difícilmente habrá otra igual que C.

Hemos vuelto a vernos varias veces, con el acuerdo -sin ni siquiera haberlo hablado, no ha hecho falta- de que es una relación sin ningún tipo de compromiso. Nos vemos como dos adultos que se atraen cuando están juntos y que disfrutan del sexo sin ataduras de ningún tipo. Que también está bien de vez en cuando. Porque cuando los sentimientos entran en juego, como dije al final de la entrada anterior, la cosa cambia totalmente.

15 de febrero de 2009

De escapada

Poco después conocí a M.N. Sí, también a través del portal. Lo cierto es que funciona. Siempre que no seas un gañán, queja bastante habitual de las usuarias con las que he hablado, y trates a las chicas con un mínimo de respeto, educación y sentido común, sin parecer un baboso ni un desesperado, es relativamente fácil despertar un interés  en mayor o menor medida en las chicas. Si a eso añades que he elegido una foto con una sonrisa Profidén que favorece bastante mi vulgar careto, en un entorno divertido y tal, y no una foto carnet con cara de delincuente, pues al menos pasas el primer filtro. En cualquier caso, las más interesantes, las que ponen foto y tienen algo que decir, en lugar del típico "Soy una persona amiga de mis amigos y odio la mentira" y demás topicazos, son las más demandadas, obviamente, y a veces conseguir un primer contacto es muy difícil.

M.N. me llamó mucho la atención, aparte de por sus preciosos ojos y enigmática mirada, por el anuncio del perfil. Se le notaba mucha clase, y ataqué. Y me salió bien. Después del típico intercambio de mensajes nos dimos los msn's y enseguida empezamos a hablar por videoconferencia. Una mujer de bandera, guapa, inteligentísima, divertida... una joya. Así y todo, fue ella la que se prendó de mí, y la verdad es que no lo podía disimular. 

Le devolví la primera visita y le escribí la primera vez porque en su perfil ponía que vivía en mi ciudad. Pero en la actualidad, y debido a asuntos particulares, lleva una larga temporada en su ciudad natal, a muchos kilómetros de la mía. Aún así quería conocerla, y preparé una escapada para visitarla. Y para alla que me fui a final de enero. Pasé unos días estupendos a su lado: vida nocturna, excursiones, algo de culturilla, buena comida... y mucho sexo, sexo de altísima calidad, sexo de primera. Quizá fue tan estupenda amante porque se había enamorado como una adolescente a sus cuarenta y un años.

8 de febrero de 2009

Regalo de Reyes

También conocí a P. a través del portal. Un par de mensajes bastaron para generar interés de forma bilateral. Cuarenta y dos años aparentando mínimo diez menos, profesora de secundaria, muy culta, divertida, algo alocada... deliciosa. Enseguida hablamos por videoconferencia y la sintonía era evidente. Demasiado evidente, de otra forma no hubiésemos llegado a los niveles de intimidad a los que llegamos. Qué calentones. Los dos sabíamos lo que pasaría cuando nos viésemos por primera vez, y no nos equivocamos. Era el día de Reyes, quedamos en una céntrica cafetería, y para cuando nos fuimos a comer a una pizzería el repertorio de besos que nos habíamos dado era digno de un catálogo.

Al terminar de comer nos quedaba toda la tarde por delante, hasta la hora en que su ex le devolvía al niño, y no hizo falta discutir demasiado sobre la idea de irnos a su casa. Es que hacía frío y no nos apetecía pasear... 

Nos regalamos una buena sesión de sexo, muy buen sexo, todo hay que decirlo. P., además de todas las virtudes de las que he hablado, es una amante estupenda, y yo, por mi parte, a pesar del desentreno, creo que dejé el pabellón a una altura más o menos digna.

26 de enero de 2009

¿Quedamos o no?

M.M. contactó conmigo a través del portal ya referido, diciéndome que llevaba muy poco tiempo en España y apenas conocía a nadie. Es española, pero ha pasado casi toda la vida en un país de América del Sur, a orillas del Caribe, separada, hijos, treinta y dos años, y muy guapa. Carácter muy fuerte, pero con esa dulzura típica de las mujeres de por aquellas latitudes; me dice sin cortarse que se fijó en mí por la sonrisa que luzco en la foto del perfil. Enseguida empezamos a chatear, y es ella la que conecta la cámara sin previo aviso, mostrando un agradabilísimo rostro y risas francas.

El día antes de vernos charlamos unas dos horas por teléfono, descubrimos muchas cosas en común y la buena sintonía era evidente. Estamos a 30 de diciembre. Tomamos un café y luego dimos un paseo por el centro de la ciudad; demostrando mis dotes de cicerone, la ilustré lo mejor que supe sobre las costumbres típicas, ya que se preparaba una de las fiestas más importantes de la ciudad cuyos orígenes se remontan al siglo XIII. La beso cuando se gira hacia mí después de explicarle el proceso de rehabilitación de un edificio, y me corresponde con maestría.

La acompaño caminando hasta su casa, y quedamos en llamarnos para cenar el sábado siguiente. Y a partir de ahí surgió el primer desencuentro de la recién estrenada relación. La llamé un par de veces para concretar la cita, y en ambas me cortó enseguida porque estaba ocupada. Siguió un sms para que lo pudiese leer tranquilamente y me respondiese cuando pudiera, y recibo un email diciéndome que no le gustaba que la controlasen. Pero si sólo quería confirmar la cita que teníamos... Así se lo hago saber, y pasan un par de semanas hasta que un día me llama por teléfono. Pero para entonces ya había conocido a P.

25 de enero de 2009

Lección de humidad

Me siento un gusano. Yo no sabía nada,  pero eso no justifica que, en contra de lo que pregono constantemente, me haya precipitado haciendo juicios de valor.

N. me acaba de contestar a uno de los mensajes que le dejé. La han operado, ha estado ingresada una temporada, y ahora se está recuperando en casa de una amiga. Yo tendría que someterme a otro tipo de intervención, una prejuicitistectomía, o algo así.

22 de enero de 2009

A ¿rematar?

A todo esto, estamos a mediados de diciembre, que creo que no me había ubicado temporalmente todavía. 

N. y yo seguimos chateando de vez en cuando, sin hacer referencia explícita a nada que tuviese que ser terminado ni concretado ni culminado, pero con ese algo en el ambiente que indica que la cosa va bien. Volvemos a quedar, con un plan similar al anterior, tapas y bar con música en vivo. La recojo, un piquito, y lo pasamos estupendamente entre risas, música, copas y algún que otro beso. Pienso que esta vez sí, como pensaría cualquier hijo de vecino, ¿no? Que creo yo que sería retorcido pensar que esa noche también dormiría solo, ¿verdad? Vale. 

Van a cerrar el bar y nos vamos. Mientras vamos hacia su casa -fijaos que no digo "la llevo a su casa", que sería lo raro- mi fantasía vuela de tal forma que no consigo concentrarme en el camino de vuelta, y me paso de salida.  Qué fiestorro me espera. Llegamos a su casa, y esta vez se queda en el portal en actitud de despedida. Tranquilo, no pasa nada, pienso, mientras me sale un chorro de testosterona por una oreja. El próximo día, intento convencerme. Y cuando la voy a besar para despedirme, va y me suelta: "Somos amigos, no te confundas". ¿Cómo? Perdona, bonita, la que me confunde eres tú. No se lo digo, claro. Le contesto que "ya lo sé, naturalmente que sí". Mis estrógenos inician una revuelta, pero los controlo mandándoles a los antidisturbios, que ya estaban en la glándula prestos para la acción. Situación controlada. Ciao, bombón, te llamo. Ok, sielo, cuando quieras.

Ni me ha vuelto a contestar un sms, ni una llamada, ni en el msn. Eso sí, me mandó un mensaje felicitándome el año nuevo. Sólo le faltó decirme: "también me acuerdo de los pardillos". Pero para entonces ya había conocido a M.M.

20 de enero de 2009

Empiezan los contactos virtuales

Conozco a N. a través del portal de internet. Me atrae mucho por ser negra, y es que no oculto mi debilidad por las mujeres morenas, morenitas, muy morenas, oscuras… me pierden. No en vano mi segunda mujer es mulata, brasileña, como N. Me aprovecho de mis aptitudes lingüísticas con el portugués para intentar camelarla, y enseguida intercambiamos msn’s. Durante la primera charla me da su teléfono y quedamos par salir.

Cuarenta y dos años en un cuerpo de veinte, alegre, con carrera universitaria. Parece que conectamos bastante bien. La llevo de tapas y luego a un bar con música en vivo, donde le robo un beso. No sólo me corresponde, sino que me mete la lengua hasta donde le da de sí, y mis hormonas se montan una fiesta de órdago porque ya hace varios meses que no me como un rosco.

La acompaño a su casa y bajo del coche para lo que suponía que iba a ser una despedida en el portal, pero sube las escaleras sin decir ni media y entra en su casa, y yo detrás, claro. Se repantinga en el sofá, se quita las botas, y hago lo que se supone que seguiría en un guión con un mínimo de sentido: atacar. Muy bien, se deja hacer, yo cauteloso, pasito a pasito, sin ir más allá de besarla y acariciarla por encima de la ropa, esperando señales, como un campeón, hasta que en una pausa me dice que ya me puedo ir a mi casa. Por mí perfecto, pienso que ha sido un buen comienzo y que ya terminaremos lo empezado otro día, y tiro para mi casa con un calentón del quince, pero feliz como una perdiz.